viernes, 19 de noviembre de 2010

Todos estamos hechos de estrellas

Cada átomo de tu cuer­po pro­vie­ne de una es­tre­lla que es­ta­lló. Y, los áto­mos de tu mano iz­quier­da, pro­ba­ble­men­te, pro­ce­den de una es­tre­lla dis­tin­ta que los de tu mano de­re­cha. Es, ver­da­de­ra­men­te, lo más poé­ti­co que sé de la fí­si­ca: estás hecho, por en­te­ro, de polvo de es­tre­llas. No po­drías estar aquí si esas es­tre­llas no hu­bie­sen es­ta­lla­do, por­que los ele­men­tos —el car­bono, el ni­tró­geno, el oxígeno, el hie­rro… todo lo ne­ce­sa­rio para la evo­lu­ción y la vida— no fue­ron crea­dos desde el prin­ci­pio de los tiem­pos. Se for­ma­ron en la cal­de­ra de los nú­cleos es­te­la­res y el único modo de que lle­ga­sen a tu cuer­po es que esas es­tre­llas tu­vie­sen el de­ta­lle de es­ta­llar. Así que ol­ví­da­te de Jesús. Las es­tre­llas mu­rie­ron para tú pu­die­ses estar aquí hoy.

La­wren­ce M. Krauss, fí­si­co ame­ri­cano.
Vía Todo para después.

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