domingo, 28 de octubre de 2012

Kathleen, leyenda irlandesa (con una segunda interpretación)

Una muchacha de Innis-Sark tenía un joven y agradable novio que falleció en un desgraciado accidente, dejándola llena de tristeza.

Un atardecer, mientras lloraba desconsolada a un lado del camino, se acercó a ella una dama completamente vestida de blanco, que le tocó la mejilla diciéndole:

—No llores, Kathleen, tu amado está bien. Mira a través de esta guirnalda de hojas y lo verás. Está en buena compañía, y lleva una corona dorada en la cabeza y un fajín escarlata en la cintura.

Así que Kathleen cogió la guirnalda y miró a través de ella. En efecto, allí estaba su amado en medio de un gran grupo que bailaba sobre una colina. Estaba pálido, pero más bello que nunca, con la corona dorada ciñéndole la cabeza, como si le hubieran hecho príncipe.

Kathleen soñando con su amado.
(En realidad es una ilustración de Edward y George
Dalziel para una edición de 1865 de Cenicienta).
—Aquí dijo la dama, tengo una guirnalda mayor. Tómala, y cada vez que quieras ver a tu amado arranca una hoja y quémala. Se levantará una gran humareda y caerás en trance. Mientras estés en él tu amado te llevará a su lado a la colina de las hadas, donde podrás bailar con él toda la noche sobre la hierba. Pero no reces ni te persignes mientras esté brotando el humo o perderás a tu amado para siempre.

Desde ese momento se obró un gran cambio en Kathleen. Dejó de rezar y de asistir a misa, y ya nunca se persignaba. Pero cada noche se encerraba en su cuarto y quemaba una hoja de la guirnalda. Cuando surgía el humo caía en un profundo sopor. En esos momentos, aunque su cuerpo estuviera tendido en la cama, en realidad ella estaba lejos, en la colina de las hadas bailando junto a su amor. Era muy feliz en su nueva vida, y quería saber nada de curas, rezos o misas. En sus viajes ahora también estaban todos sus conocidos que habían muerto, que le daban la bienvenida ofreciéndole vino en pequeñas copas de cristal, pidiéndole que volviese pronto y se quedarse con ellos y su amado para siempre.

La madre de Kathleen era una buena mujer, honrada y piadosa, que se preocupó mucho del cambio de humor de su hija. Sospechando que había sido encantada por las hadas empezó a vigilarla. Una noche en la que Kathleen, como era habitual, se encerró en su cuarto, su madre se acercó sin hacer ruido y espió por una grieta de la puerta. Vio como Kathleen tomaba la guirnalda de su escondite, arrojaba una hoja al fuego y se levantaba una gran humareda, cayendo su hija sobre la cama en un profundo trance.

La mujer no pudo guardar silencio por más tiempo, pues había reconocido la obra del diablo. Cayó de rodillas y rezó en voz alta:

—¡María, madre, aleja los malos espíritus de esta niña!

E irrumpió en la habitación haciendo el signo de la cruz sobre la muchacha dormida, que inmediatamente se incorporó gritando:

—¡Madre! ¡Madre! ¡Los muertos vienen por mí! ¡Están aquí! ¡Están aquí!

Su cuerpo se agitaba con fuertes sacudidas. La pobre madre mandó a buscar al cura, que roció a la joven con agua bendita mientras rezaba por ella. Luego tomó la guirnalda de su lado y la maldijo. Instantáneamente las hierbas se convirtieron en polvo y cayeron al suelo formando un montón de cenizas. En ese instante Kathleen se tranquilizó, y pareció que los espíritus malignos la abandonaban. Pero estaba demasiado débil como para moverse, hablar o rezar. Y esa noche, antes de que el reloj diera las doce, falleció.

FIN

Leyenda de las islas occidentales de irlanda recopilada por Lady Jane Wilde Speranza (1821-1896). Traducción propia. Podéis ver descargar el original en inglés aquí.

Si habéis llegado hasta aquí quizá os estéis preguntando por la segunda interpretación a la que hace referencia el título. Pensad en lo que acabáis de leer: una leyenda de hadas y encantamientos, ¿verdad?

Eso pensé yo la primera vez. Pero tras pensar un poco en ella se me ocurrió otra interpretación de la historia: una joven en plena depresión por la pérdida de su novio se dedica a inhalar el humo de unas hierbas que le hacen tener alucinaciones. Llega un momento en que lo más importante para ella es su viaje de todas las noches y empieza a abandonar sus hábitos normales (no ira a misa en aquella época era algo serio, la gota que colmaba el vaso). Su madre se preocupa el día que la sorprende en un mal viaje y quema su reserva. Por supuesto, y para que la historia sea lo bastante ejemplarizante, la pobre muchacha acaba muriendo.

Esto no deja de ser una interpretación sin ninguna base, pero no me extrañaría que lo que pasó a la historia como una leyenda de espíritus no tuviera también su lado ejemplificador en un primer momento. Un cuentecito para disuadir a las jóvenes de jugar con ciertas hierbas.

Así que ya sabéis, niños y niñas, no aceptéis guirnaldas de desconocidos.

domingo, 14 de octubre de 2012

Descarga el ebook de "El último truco de Loki"

Cuando el dios de la luz Baldr empieza a tener pesadillas con su muerte la preocupación cae sobre Asgard. Hasta que Frigg, esposa de Odín, encuentra la solución perfecta: hacer jurar a toda la creación que no dañará a su hijo. Problema resuelto. O eso pensaban. No contaban con las tretas del dios del engaño Loki, que ponen en marcha una serie de acontecimientos que acabarían decidiendo su propio destino.

Acompañad a los dioses a través de fiestas, crímenes, viajes al infierno, venganzas y situaciones absurdas que acaban llenando de momentos de humor una de las mayores tragedias de la mitología nórdica.

Haz click sobre el icono correspondiente para descargar El último truco de Loki en formato epub o pdf (tamaño adaptado para lectores electrónicos).

El último truco de Loki es una reescritura con notas de humor de una de las leyendas claves de la mitología nórdica. También es un proyecto que desde el primer momento decidió no comportarse como se esperaba de él. Yo tenía desde hace tiempo una imagen en la cabeza procedente una antigua lectura: una fiesta en la que un grupo de dioses borrachos se divertían lanzando todo tipo de objetos y armas a uno de ellos, que no dejaba de reírse e incitarles a continuar.

Mi idea original era contar la historia de esa fiesta y el papel que había jugado en ella el taimado dios Loki. Pero conforme me fui documentando sobre el mito me di cuenta de que la historia de la fiesta quedaba incompleta sin contar el posterior viaje de Herrod al inframundo. Eso significaba hacer una entrada muy larga o partirla en dos, que fue lo que decidí. Y ahí entró en juego el humor (negro) que impregna muchas leyendas nórdicas. Porque cómo iba a contar el viaje de Herrod sin narrar la ceremonia en la que se encontraba mientras el resto de los dioses y como esta derivaba hacia el absurdo. Eso ya hacía tres entradas.

Bueno, una trilogía, eso siempre está de moda, pensé. Iluso. Porque eso significaría dejar fuera de la mayor parte de la narración precisamente el personaje que le había dado título. Mientras escribía (y leía) iba cayendo sin remedio rendido al encanto del dios embaucador. Y así dejó de ser una historia sobre el mito de Baldr para convertirse realmente en la narración de cómo Loki sellaba su destino en un último desafío a los dioses. Lo que iba ser una entrada, que en realidad eran dos pero se convirtieron en tres, acabaron siendo cuatro.

Y cada una más larga que la anterior: conforme escribía iba cogiéndole más cariño a los dioses nórdicos y sus andanzas, lo que se iba traduciendo en más detalles y más oportunidades donde deslizar alguna situación cómica y, como consecuencia, un mayor tiempo de espera entre entrada y entrada. Así surgió la idea de juntarlas todas en un archivo para facilitar su lectura, que podéis descargar en los iconos que están al principio de esta entrada.

Leedlo, disfrutadlo y, si os ha gustado, compartidlo (y dejadme algún comentario).

jueves, 11 de octubre de 2012

El último truco de Loki IV: El destino de Loki

Fimafeng se permitió un breve momento de descanso, el primero que se tomaba aquella noche, probablemente el primero en toda la semana. El esfuerzo había valido la pena; a su alrededor se desarrollaba la mejor celebración que habían visto nunca los salones de Aegir, dios del mar. Una lástima que no fuera a vivir para verla acabar.

Por supuesto Fimafeng no era en absoluto consciente de la cercanía de su muerte. De haberlo sospechado es posible que hubiera elegido estos últimos momentos para reunirse con sus seres más queridos, quizás recorrer los lugares de su juventud, o más probablemente esconderse debajo de su cama con la luz apagada intentando no hacer ningún ruido. O, tal vez, sabedor de la inmutabilidad de nuestro destino, habría querido esperar a la muerte haciendo justamente lo que le ocupaba en ese momento: rellenar las jarras de los dioses que se divertían a su alrededor mientras se preocupaba de que aquella fuera una fiesta realmente memorable

Eso es algo que nunca sabremos, porque ni él ni ninguno de los invitados eran conscientes de los acontecimientos que, irónicamente, iban precisamente a convertir esa noche en algo imposible de olvidar. Esa ignorancia era la que permitía que Fimafeng fuese de un lado a otro con una sonrisa de suficiencia que, más ironía, tanto estaba contribuyendo a que se acercase su final.

Realmente no le faltaban motivos para estar satisfecho. Era la primera vez que los dioses se reunían tras el funeral de Baldr. Su señor Aegir había pensado que una gran cena podía ser una ayuda para dejar atrás la tristeza por la pérdida del dios de la luz. Parecía estar funcionando, y gran parte del mérito era suyo.

Aegir y sus hijas preparando cerveza,
por C. Hansen (Wikipedia).
Había sido él quien había elegido cuidadosamente tanto la comida como su presentación, por no hablar de los días dedicados a seleccionar las mejores cervezas de la bodega de su señor (lo cual le había proporcionado tangencialmente momentos de gran alegría y grandes dolores de cabeza a la mañana siguiente). Pero de lo que estaba más orgulloso era de su idea de disponer estratégicamente planchas de oro por todo el salón de manera que ocultasen las antorchas al tiempo que reflejaban su luz, bañando la sala en un resplandor dorado. El efecto era ciertamente espectacular, como así le habían hecho saber en un momento u otro de la noche los todos los invitados. Aunque posiblemente sería más exacto decir todos menos uno.

Loki no estaba en absoluto de humor para felicitar a nadie. Mucho menos a esa cucaracha pretenciosa que se paseaba entre los dioses como si fuera uno de ellos. De haber estado ahí Thor haría tiempo que se habría percatado de las señales que advertían de la tormenta y, en nombre de las aventuras que habían corrido juntos, muy probablemente habría sido capaz de desactivarla antes de que fuese demasiado tarde.

Pero Thor se encontraba en esos momentos viajando por Oriente, y el resto de los dioses no eran conscientes del aumento del mal humor de Loki. Simplemente habían dejado de prestarle atención.

viernes, 24 de agosto de 2012

El último truco de Loki III: Viaje al inframundo

— ¿En qué momento se me ocurrió meterme en esto?

El espectro que le servía de guía se giró:

— ¿Decía algo el señor?

— Nada, no importa —respondió Hermod antes de volver a sumirse en sus pensamientos.

Claro que recordaba el momento en que se le ocurrió meterse en esto. Había sido justo después de que su madre Frigg se dirigiese a ellos sobre el cadáver de Baldr y pidiese un voluntario para traerlo de vuelta del inframundo. De entre todos los dioses él había sido el único que había reunido el valor, o la estupidez, suficiente como para presentarse voluntario. Por supuesto que el generoso número de cervezas que había estado tomando antes del asesinato tenía algo que ver con su ofrecimiento, pero también los otros dioses habían bebido abundantemente durante la fiesta y no por eso habían dado un paso al frente. También podría echarle la culpa al cariño que sentía por su madre o su hermano asesinado, pero tampoco era la verdadera razón. Lo que le había decidido a dar un paso adelante no era el alcohol o la familia, sino el deseo de ser tomado en cuenta.

Todos los demás dioses habían corrido grandes aventuras que contar en la mesa, heroicas búsquedas que los hombres narraban frente a sus hogares. Mientras que él, Hermod el ligero, solo era mencionado de pasada, llevando algún mensaje de los dioses. Él también quería tener su saga y si era necesario cabalgaría hasta el infierno helado de Helheim y arrancaría el alma de Baldr de las manos de la mismísima Hel en una gesta que los skalds cantarían en todos los salones de Midgard. O al menos esa era la teoría.

Su ardor guerrero empezó a enfriarse un par de noches después de salir de Asgard. Realmente es difícil no enfriarse cuando se recorren estepas heladas en las que el sol no es más que un tímido rayo que se asoma unos minutos para marcar la diferencia entre una noche y la siguiente. A su alrededor sólo había nieve y hielo. Y muertos, claro.

lunes, 9 de julio de 2012

El último truco de Loki II: Un funeral accidentado

En la anterior entrada habíamos dejado a los dioses rodeando incrédulos el cadáver de Baldr, dios de la luz, de lo bueno, lo puro y lo justo. Los dioses culpaban de su muerte a su hermano Hodur, el oscuro, pero lo que ni siquiera Hodur sabía era que detrás del asesinato estaba la mano de Loki, dios del fuego, de los trucos y el engaño, que había logrado escapar sin despertar ninguna sospecha.


Los dioses aún estaban asimilando lo que acababa de ocurrir cuando apareció en la sala una destrozada Frigg. La diosa se desplomó sobre el cuerpo sin vida de su hijo y durante unos instantes en la concurrida sala solo se escucharon sus sollozos.

Entonces Frigg se apoyó en el brazo de su esposo Odín y se volvió hacia el resto de los dioses:

—¿Quién de vosotros, que os llamabais amigos de mi hijo, quién se atreverá a bajar al Helheim a pedir a la diosa de los muertos su precio por dejarle volver entre nosotros?

Los dioses se miraron entre ellos incómodos. Una cosa es estar dispuesto a cederle a un amigo tu mejor escudo para su vida posterior, y otra muy distinta visitar el frío infierno donde penan las almas de aquellos que, por no haber muerto en combate, no tenían derecho a sentarse en el Valhalla.

—¿Nadie? —insistió Frigg—. ¿No hay nadie con el valor para devolverme a mi hijo y ganarse nuestro eterno agradecimiento?

Finalmente fue Hermod, otro de los hijos de Odín y Frigg, quien dio un paso al frente, para alivio del resto de los dioses. Un momento después se encontraba montado en Sleipnir, el caballo de ocho patas de Odín, dispuesto a iniciar su viaje. Mientras, el resto de dioses empezaba a preparar el funeral del Baldr.

Las últimas palabras de Odin a Baldr,
por W.G. Collingwood (Wikipedia).
Llevaron a tierra a Hringhorni, el barco de Baldr, el más grande en surcar nunca el mar, y dispusieron sobre él la pira funeraria, colocando alrededor sus armas, su caballo y otros enseres que le serían de utilidad en su nueva vida. Luego los dioses y muchas otras criaturas que habían amado al dios de la luz pasaron junto a la pira depositando regalos. El último fue su padre Odín, que dejó el famoso anillo mágico Draupnir, que si bien no servía para dominarlos a todos, sí que se dividía en ocho copias idénticas cada nueve noches. Antes de retirarse Odín susurró al oído de su hijo algo que nadie fue capaz de escuchar.

Una vez que todos hubieron presentado sus respetos a Baldr, llegó el turno de despedirse a su esposa Nanna. Pero el pesar de ver por última vez a su amado fue demasiado para el corazón de la diosa, que se desplomó sin vida y fue colocada junto a Baldr para acompañarlo en su último viaje.

La muerte de la bella Nanna terminó de enfriar el ánimo de los numerosos asistentes al funeral. En medio de un ominoso silencio los presentes se dispusieron a empujar el barco sobre el camino de troncos que le llevaría al mar. Una vez allí Thor sería el encargado de bendecir la pira con su martillo Mjöllnir antes de prenderle fuego.

Y aquí empezaron los problemas.

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...