domingo, 16 de junio de 2013

La gran carrera por el Congo

Mapa de África en 1874
África en 1874 (fuente).
Pincha en la imagen para ver a tamaño completo.
En 1876 era muy poco lo que se conocía del interior de África. Las clases cultas europeas se asombraban con los relatos de valientes exploradores que pugnaban por llenar los espacios en blanco de los mapas, mientras sus gobiernos mostraban escaso interés en ella más allá de su fachada mediterránea y algunos puestos comerciales que jalonaban la ruta hacia oriente. Entonces algo cambió, el continente ignorado pasó a protagonizar las reuniones de las cancillerías europeas, a ser el tema de conversación en los cafés, arrastrando a las principales potencias a una carrera por hacerse con la mayor cantidad de territorio posible en una competición que inflamaría de patriotismo a las masas y agitaría el fantasma de una guerra.

¿Qué sucedió en esos años para cambiar tan radicalmente la historia del continente? La respuesta es compleja, pero entre el amasijo de causas destaca una figura cuya ambición contribuyó a poner en marcha fuerzas que luego nadie sería capaz de detener. Una mente calculadora, un especialista de la diplomacia y la simulación que lograría engatusar a gobiernos y opinión pública por igual, y cuya imagen acabaría asociada a las mayores atrocidades. Esta es la historia de Leopoldo II de Bélgica, y de cómo su sueño provocó una carrera entre dos grandes exploradores cuyo nombre quedaría ligado por siempre a la historia del continente, una carrera cuyo premio era una tierra de riquezas sin fin en pleno corazón de África.

Bienvenidos a la gran carrera por el Congo.

lunes, 27 de mayo de 2013

Vientos de guerra y jazz

Recientemente he descubierto el programa musical La madeja de Radio 3 y me he vuelto asiduo de sus podcasts. En uno de los más antiguos, dedicado a Nueva Orleans, he encontrado un curioso comentario que relaciona el esplendor del jazz en la ciudad nada menos que con el desastre del 98. Os lo trascribo a continuación, aunque también podéis escucharlo aquí a partir del minuto 9:42 (y, de paso, podéis disfrutar de la música que lo acompaña).

"Decíamos que Nueva Orleans es la patria del jazz, y es cierto. Lo que resulta menos conocido es la relación entre el jazz y el desastre del 98, con la pérdida de Cuba para la corona española. Según cuenta el propio Armstrong en sus memorias, en la primera década del siglo veinte era fácil conseguir cornetas y trompetas de segunda mano en las tiendas de empeño de Nueva Orleans. De hecho su primer instrumento, siendo todavía un niño, fue una de las famosas cornetas de "¡A dólar!". ¿Y de dónde salían aquellas cornetas? Pues resulta que tras haber hundido a la flota española en Cuba, la armada norteamericana licenció a buena parte de la marinería, que se vio ociosa en el puerto militar de la zona: Nueva Orleans, tierra de grandes alegrías, buen beber y mejores burdeles. Tras pulirse su paga, muchos miembros de las bandas de música castrense acabaron empeñando los instrumentos, y así los músicos negros del lugar tuvieron acceso a trompetas y demás vientos a buen precio, hasta entonces fuera de su alcance."

The Superior Orchestra. Nueva Orleans, 1910 (Wikipedia Commons)

miércoles, 15 de mayo de 2013

La nuera y la muerte

Hoy os traigo una curiosa (y breve) leyenda de la mitología Banyarwanda, que culpa de la existencia de la muerte en el mundo a una nuera de mal corazón. La encontré en el ebook El origen del mundo - Las Culturas Del África Subsahariana (hay más datos sobre la autoría en la nota al final de la entrada).


"En la mitología de los banyarwanda el dios creador y el apoyo de toda la gente banyarwanda fue Imana, visto como un dios generoso y piadoso. Los banyarwanda vivían en los viejos distritos de Ankole y Kigezi, bordeando Ruanda. Su territorio es muy montañoso y frío. Él gobernó sobre todos los seres vivos y les dio la inmortalidad, dando caza a un ser conocido como «Muerte». Según cuenta la leyenda banyarwanda, la Muerte era un animal salvaje y despiadado que representaba el estado de la muerte. Mientras Imana estaba de caza, todo el mundo se resguardaba o escondía, de manera que la Muerte no encontrase a nadie a quien cazar o en quien refugiarse. Pero un día, mientras cazaba, una anciana se arrastró hasta su huerto para recoger algunas verduras. La Muerte se escondió rápidamente bajo su piel y fue conducida al interior de la casa de la mujer, escondida en ella. La mujer murió por culpa de la Muerte. Tres días después del funeral de la anciana, su nuera, que la odiaba, vio grietas donde había sido enterrada, como si fuese a salir y volver a la vida. La chica rellenó las grietas con más tierra, golpeó el suelo con un pesado mortero y gritó: «¡Quédate muerta!». Dos días después, hizo lo mismo al ver más grietas en la tumba de la difunta. Tres días más tarde no había ninguna grieta donde verter tierra. Esto significó el final de la posibilidad para el ser humano de volver a la vida. La Muerte se había convertido en algo siempre presente. Otra leyenda dice que Imana castigó a la mujer dejando que la muerte viviera con el hombre."

Matt Hudson.



Nota:  El ebook de donde he sacado la leyenda es uno de los que venían preinstalados en un lector Papyre que se compró mi santa. En total eran siete libros breves, cada uno dedicado a la cosmogonía de una serie de pueblos distintos, todos ellos de autor anónimo. La verdad es que me extrañaba que alguien se molestase en recopilar leyendas de diversas partes del mundo y no dejase su nombre (ni, por supuesto, sus fuentes). 

Al buscar más información sobre la leyenda encontré una página dedicada a Imana en la Wikipedia en inglés, que reproducía casi exactamente el mismo texto que acabáis de leer atribuyéndoselo a Matt Hudson (de hecho he aprovechado para cambiar algunos términos que no habían quedado bien en la traducción original). Desgraciadamente no he sido capaz de encontrar mas información sobre este autor, ni de determinar si no sólo el texto es suyo, sino si también es el autor de todo el ebook, o incluso de toda la serie.

No sé si los creadores de Papyre seguirán incluyendo estos libros en sus modelos, pero me parece una gran falta de consideración hacia sus autores que los incluyan como anónimos y no citen las fuentes de los textos.

viernes, 26 de abril de 2013

Un día es un día

00:04 ... 00:03 ... 00:02 ... 00:01 ...

El zumbido le despertó de un sueño que no era consciente de haber empezado. Miró a su alrededor, desubicado. Frente a él una pantalla de televisión mostraba el mensaje:


TIEMPO AGOTADO
INTRODUZCA EFECTIVO/TARJETA PARA OBTENER TIEMPO EXTRA


Fijó los ojos en el monitor, con la boca entreabierta y un hilillo de baba en el borde de los labios. En seguida las piezas se colocaron en el orden correcto en su cabeza y sonrió. Volvió la cabeza sin levantarse del sofá preguntando:

—¿Qué ha pasado al final con la rubia? ¿Ha conseguido...?

Se interrumpió. Su mujer dormía en la cama, todavía apoyada sobre el almohadón que había doblado para ver mejor la tele. Esta se ha enterado todavía de menos que yo, pensó mientras se limpiaba la comisura de la boca.

Miró hacia el lateral de la cama. Allí estaba ella: Carmen Con lo bonito que era Esperanza, como su abuela Riego Vera, tres kilos cuatrocientos cincuenta gramos, seis, no, siete ¿Tanto había dormido? horas de vida.

Se levantó con un crujido de espalda Estoy viejo. Pues prepárate ahora y bordeó la cama para acercarse a la cuna. Carmen descansaba sobre el costado, con una mantita enrollada junto a la espalda para evitar que se girase. Los ojos habían perdido la hinchazón del parto y tenía la naricilla ligeramente fruncida Preciosa. Muy lentamente alargó una mano para acariciarle la pelusilla de su cabeza, evitando con cuidado la fontanela. Todavía me da un poco de repelús.

El zumbido del televisor, a los cinco minutos exactos del que le había despertado, le sorprendió. Con un respingo retiró la mano de la cabeza de su hija y se volvió hacia el origen del ruido. En la pantalla continuaba el mismo mensaje, que ahora empezaba a parpadear.


TIEMPO AGOTADO
INTRODUZCA EFECTIVO/TARJETA PARA OBTENER TIEMPO EXTRA


Bueno, y yo ahora qué hago. Se le había pasado el sueño. Miró el reloj, luego otra vez la pantalla. Rebuscó en su bolsillo. Poca cosa: algunas monedas pequeñas, un billete de cincuenta y la tarjeta de acompañante que le habían dado al entrar al hospital. Pensó en comprar un poco más de tiempo, lo suficiente para terminar de ver el programa y saber quién pasaba a la final. No es que le importase mucho, pero seguro que a ella le gustaría saberlo mañana. Y quizás entre tanto se despertase la pequeña y pudiera cogerla un rato, dársela para que tomase el pecho o llevarla a cambiar el pañal si hacía falta.

Aunque se imaginaba lo que le diría si despertaba y lo veía allí. Esto no es lo que habíamos hablado. No podemos permitirnoslo, tienes que descansar un poco o si no mañana estarás hecho un trapo. No están las cosas como para faltar un día. Y tendría razón. Pero una cosa es tener razón en el salón de tu casa y otra muy distinta teniendo delante a esa pequeña cosita sonrosada y completamente adorable.

Bueno, sólo un ratito, por una hora no va a decirme nada. 

Las monedas no daban para nada. Se asomó al pasillo desierto buscando una máquina de cambio. No. Recordó haber visto una en la planta baja. Dio un par de pasos hacia el ascensor, se giró, volvió hacia el ascensor, se detuvo de nuevo. Miró al billete que aún sostenía en la mano ¡Qué leches, un día es un día! y regresó a la habitación.

Metió el billete en la ranura, pulsó aceptar y la pantalla volvió a cobrar vida en medio de un aplauso del público. De nada. Con una sonrisa apagó el televisor y volvió junto a la cuna. De nuevo le llamó la atención el tamaño de su mano junto a la cabecita de su hija. De algún lugar en su memoria brotó el principio de una canción de cuna y estuvo largo rato cantando, muy bajito, apenas despegando los labios, sin dejar de mirarla. Cuando empezó a sentir sueño regresó al sillón y se acomodó cubriéndose como mejor pudo con la exigua sábana.

Antes de cerrar los ojos se giró para lanzar un beso a su mujer Todo va a ir bien. Lo peor ya ha pasado, lo ha dicho el gobierno. En unos meses empezamos el 2015 y todo irá mejor, ya verás.

En la pared, ignorado por los tres durmientes, el monitor seguía desgranando su cuenta atrás:


DISPONE DE 4 HORAS 47 MINUTOS
PUEDE ADQUIRIR TIEMPO EXTRA COMO ACOMPAÑANTE CON EFECTIVO O TARJETA

GRACIAS POR ELEGIR LA SANIDAD PÚBLICA
GOBIERNO DE ESPAÑA

martes, 16 de abril de 2013

Overbooking

Hoy os traigo una historia real que me contó un amigo de su protagonista hará unos quince años. Con el tiempo he ido olvidando la mayoría de los detalles, dejando sólo sus hechos más relevantes. Es una de esas anécdotas que nos enseñan lo inútil que es aventurar dónde estaremos dentro de unos años y que lo único que podemos saber de nuestro futuro es que aún no ha sucedido.

Fotografía de EclatDusoleil. Vía  morgueFile.

La historia, tal y como la contaron, empieza en un aeropuerto de la costa este de Estados Unidos. Allí una joven pareja espera el avión que los lleve de vuelta a casa. No recuerdo si el viaje había sido de negocios o placer, pero no debían tener ganas de acabarlo porque, cuando anunciaron que su vuelo sufría overbooking, decidieron presentarse voluntarios para quedarse en tierra.

La compañía les ofreció volver a España al día siguiente, pagándoles la noche en un buen hotel y creo que una aún mejor cena. Cuando embarcaron al día siguiente, además de la alegría por ese pequeño tiempo extra, también llevaron consigo unos vales de viaje por cuenta de la aerolínea.

No sé cuánto tiempo pasó desde que el deseo de prorrogar un viaje juntos se convirtió en la imposibilidad de seguir compartiendo la vida. En cualquier caso, no más de lo que tarda en caducar el regalo de una línea aérea. Buscando tal vez dejar atrás los recuerdos o tomar aire antes de seguir adelante, ella pensó que aquel era el momento para disfrutar en soledad del viaje que no habían llegado a hacer juntos.

No recuerdo el motivo de la elección, ni si llegaron a contármelo. Quizás siempre había querido ir allí. Es posible que teniendo todo el mundo a su disposición no pudiera evitar caer en el cliché de dejar caer su dedo sobre una bola del mundo en pleno giro. O tal vez fue el aire de lejanía y misterio de su nombre lo que le hizo acabar en la Patagonia.

De lo que podemos estar casi seguros es que cuando hizo las maletas no pensó que haría amistad con un guía de uno de los barcos que llevan turistas a ver cetáceos, que se enamorarían y que acabaría viviendo con él y ayudándole en su trabajo de fotógrafo submarino, a un mundo de distancia de su antiguo hogar y de aquel aeropuerto donde, sin ser consciente, había dado el primer paso hacia una nueva vida.

Fotografía de Mathew Hull. Vía morgueFile.

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